He
mirado a las dos y diez y hasta a las doce y media por si había moros en la
costa. No los he divisado pero aunque el perro de San Roque definitivamente ya
no tiene rabo, el pájaro parece estar en el nido y el pollo casi en el horno,
no hay que olvidar que el águila siempre está al acecho, mi querido doctor
Flammond.
Me gusta la fotografía. Tiene
mucho que ver con ese principio de la mecánica cuántica que dice que la
realidad se forma desde el momento en que comienza a ser observada. El resultado
final depende, en gran medida, del encuadre, el enfoque, la velocidad de
obturación y la mayor o menor abertura que uno decida darle al diafragma.
Cualquier instantánea es el resultado de haber pasado unos o muchos minutos
tras el visor de una cámara decidiendo qué es imprescindible y qué es lo que
estorba en la composición de esa realidad que se pretende retratar.
Siendo consciente del proceso,
no puedo dejar de preguntarme al observar determinadas fotografías, qué fue lo
que el fotógrafo dejó intencionadamente fuera de marco o por qué decidió que
dirigiéramos la mirada con más intensidad hacia unas cosas mientras nos hace obviar
otras que no son para nada irrelevantes.
Este blog tiene mucho de
eso, de querer hallar la respuesta a lo que insistentemente queda omitido,
recortado o tendenciosamente esbozado por los medios generalistas. Es, si
ustedes me permiten la comparación, como hacer una foto panorámica o dejar el
dedo puesto en el disparador para obtener una ráfaga que intente captar la
secuencia de hechos que lleva al escenario final.
No hay invenciones. No es
necesario ya que todo está ahí, al alcance de cualquiera; sea en el Boletín
Oficial del Estado, en las tarifas, memorias y estadísticas de AENA
concernientes a movimientos de pasajeros, operaciones y descargas de la última
década, en las normativas de Eurocontrol o en filtraciones publicadas en
algunos medios que dejan al descubierto la mala praxis de ciertos gestores. Se
trata simplemente de abrir un punto más el diafragma para dar volumen y relieve
a lo que de otro modo pasa desapercibido o de enfocar los elementos, darles su
lugar en la escena y atar cabos. Nada del otro mundo.
No encontrarán ningún ataque
personal a los responsables del despropósito y del caos en que se halla
actualmente el sector de la Navegación Aérea en este país. Sí podrán leer
críticas a su gestión, que deben aceptar gusten más o menos, porque como decía
Thomas Jefferson: “cuando alguien asume una función pública debe considerarse a
sí mismo una propiedad pública”.
Esa máxima, incuestionable
para cualquiera con un mínimo de sentido común, no parece ser del agrado de
algún que otro gestor de lo público quien no duda en usar la maquinaria del
estado para acallar voces que incomodan conciencias, de modo que últimamente no
puedo evitar sonreír ante la inocencia de los que creen vivir en una sociedad
donde reina la libertad de expresión. Prueben a tocar la tecla disonante, aunque
sea de modo accidental, a ver qué pasa.
Y ya que entre paradojas
vivimos muy a gusto, lo último es que el presidente de Air Europa, Juan José Hidalgo, reconozca un golpe de estado contra los controladores y a nadie se le mueva
un pelo del flequillo. Claro, que como todo en este mundo que hemos permitido,
depende de quién lo diga y de quién haya dado la patente de corso para hacerlo
sin mayores consecuencias.
No dejo de preguntarme
cuándo habrá rebelión en la granja o si el Gran Hermano lo tiene todo tan controlado
ya que hasta nuestros cerebros están siendo concebidos en las probetas de los
laboratorios de ideas, al más puro estilo Huxley. Si es así, pregúntense quién
acabará siendo feliz.
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