Según el último barómetro del Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS) correspondiente al mes de octubre, los medios de comunicación son, tras las fuerzas armadas y por delante de la monarquía, una de las cosas que mayor confianza ofrece a los españoles.
Se me ocurren, a voz pronta, dos posibles razones que puedan dar respuesta a semejante estudio estadístico. La primera es que los españoles no tenemos claro lo que significa información y la confundimos con esos informativos de contenidos pautados hasta el último segundo donde el orden de las cosas sí que está diseñado para alterar el producto, es decir nuestra mente, o que nuestro concepto de debate plural se reduce a esos circos llenos de pseudoperiodistas que ante la falta de argumentos no tienen otra que echar mano del grito.
La segunda razón tendría que ver con una inocencia ciudadana naïve, que raya lo infantil y que nos lleva a creer todo lo que vemos, leemos o escuchamos. Esa confianza ciega en el periodismo sería aceptable si éste se limitara a ejercer su función originaria, pero el oscuro entramado de intereses al que sirve y la sospechosa retroalimentación establecida entre poder y grupos mediáticos indica que, por nuestro propio bien, deberíamos ir dejando de creer en los cuentos de hadas.
Muchos pensarán que el miércoles 26 de octubre fue un día normal y corriente en que no pasó nada digno como para enmarcarlo en los anales de una vida. Pero si usted fuese un controlador aéreo y tuviese la oportunidad de desayunar leyendo, entre atónito y esperanzado, el artículo sobre la responsabilidad del Ministerio de Fomento respecto del caos aéreo acontecido el 3 de diciembre de 2010 publicado por unos de los diarios que más ferozmente ha contribuido al linchamiento del colectivo, quizá lo vería de un modo distinto.
Efectivamente, en esa fecha que lleva visos de convertirse en algo así como una efeméride para este vilipendiado grupo de trabajadores, el diario El Mundo reseña una pequeña nota en portada para pasar a narrar detalladamente en las páginas 14 y 15 de su edición impresa las presiones a las que estaban siendo sometidos los controladores del Centro de Santiago para intentar subsanar un error de gestión, que alcanzaba ya nivel de despropósito, y que no hizo sino ir in crescendo y extenderse a otros centros del país hasta desembocar en el desbarajuste aeroportuario diseñado al milímetro que ya todos hemos visto hasta la saciedad pero del que continuamos mostrando un profundo desconocimiento.
No voy a obviar el hecho de que, con toda probabilidad, el repentino interés del diario El Mundo por desvelar la verdad precisamente en estos días de campaña preelectoral no responde más que a la intención de desacreditar al partido socialista y su candidato -artífice de la militarización de un colectivo- además de a la voluntad de contribuir al rédito electoral del partido en la oposición. Tampoco voy a pasar por alto el posicionamiento público de su director, Pedro J. Ramírez, al haber ofrecido su medio al gabinete jurídico Cremades & Calvo Sotelo -encargados de plantear la demanda colectiva a los controladores aéreos en nombre de las distintas plataformas de afectados- para facilitar la canalización de unas denuncias que a día de hoy parecen estar cayendo en saco roto a tenor de las causas que ya han sido archivadas hasta con beneplácito de la Fiscalía. Quizá no les ha quedado otra opción más que aceptar los hechos y apuntar en otra dirección si de verdad quieren sacar algo de todo esto. Ese parece ser el cartucho que toca quemar ahora.
El papel jugado por los partidos políticos en la oposición en este conflicto, con la única salvedad de Izquierda Unida que siempre ha mantenido una actitud coherente al respecto, ha sido vergonzoso. Me consta que hubo y hay voces discordantes con el modo de proceder contra los controladores en las principales formaciones políticas del país. Pero los aparatos mandan y las disciplinas de partido se encargan de acallar cualquier nota que pudiera parecer discordante y sobretodo, de amordazar cualquier actitud que pueda causar perjuicio electoral porque señoras y señores: hablar a favor de los controladores aéreos suponía y supone ponerse a la manipulada opinión pública en contra y ganarse una amonestación por contribuir a que el partido pudiera sufrir las consecuencias de una sangría de votos. De ese modo, tenemos al principal partido de la oposición, convertido en copartícipe del despropósito al haber aprobado con sus votos la Ley 9/2010 o al haber facilitado con su abstención la prórroga del primer estado de alarma decretado en la historia de la democracia española, sin olvidar la contribución de los partidos periféricos que se sumaron a la algarabía de decretos sin precedentes en pos de la contrapartida.
Todos hemos sido usados en este conflicto. La ciudadanía en su conjunto se ha prestado a ser manipulada al no querer hacer uso del criterio autocrítico que se le debiera presuponer. Los afectados quizá debieran pensar en poner demandas colectivas al ministro Blanco y al presidente de AENA por haber diseñado el secuestro del que tanto hablan y los controladores continúan siendo utilizados. Se ha hecho mucho daño y de modo gratuito porque no entiendo a quién está beneficiando todo esto, la verdad. Tampoco veo cómo se puede resarcir a un grupo de trabajadores que ha tenido que soportar 30 cambios legislativos en su marco laboral y una estigmatización que, en algunos casos, ha llegado a afectar a sus círculos familiares y sociales. Avisados quedamos.
Hubiera sido preferible que la verdad saliese a la luz de otro modo, pero entiendo perfectamente que tras dos años de asedio inmisericorde se agarren a eso como a clavo ardiendo. Después de todo ¿cuál de los implicados en todo este esperpento no lo está haciendo?
Lo C. Gutiérrez
De nuevo gracias por contribuir a un mejor conocimiento de nuestro colectivo y por luchar contra los molinos de viento - soy miembro honorario de ese club - para intentar que la verdad salga a la luz. Estoy convencido de que mucha gente ha cambiado su opinión sobre nosotros, pero incluso estos, parece que disculpan a unos presuntos delincuentes cuando a nosotros nos lapidaron. La verdad es que esta situación no me extraña después de leer el principio de tú artículo y ver que son los medios de comunicación uno de los estamentos que más confianza inspiran.
ResponderEliminarEn fín, gracias de nuevo y espero que la justicia cumpla con su deber aunque, tristemente, debo decir que mis esperanzas son casi nulas. Esto es así desde que Alfonso Guerra se "cargó" a Montesquieu.
Enhorabuena de nuevo
Excelente reflexión.
ResponderEliminar