Había cierto proveedor de
pan y circo al que le parecía estar viviendo el día de la marmota -así lo clamaba a los cuatro vientos vía red
social sin molestarse en contrastar la causa- cada vez que sufría un retraso en
alguno de los aeropuertos que pueblan esta España nuestra tan cañí.
Tras sopesar lo que estoy
viendo, oyendo y leyendo sobre el pulso que Iberia mantiene con sus pilotos y
lo que no veo, escucho o leo porque hay quienes parecen interesados en seguir
ejerciendo el acto de la omisión, yo diría que más que el día, lo que estoy viviendo es el año de la
marmota.
La historia no es que se
repita, es que se calca de tal modo que solo hace falta que alguien saque un
documento de McKinsey con el diseño de los posibles escenarios hacia los que la
empresa, con la ayuda de políticos y medios, acabará empujando a sus
trabajadores del mismo modo que hizo AENA con los controladores.
Lo más descorazonador es que
como sociedad no nos hemos percatado o no hemos querido captar de qué va
realmente la historia, con lo que aquello de que el hombre es el único animal
que trastabilla dos veces con la misma piedra empieza a quedarse corto ya que
con tanto tropezón, cada vez son menos los que conservan agallas para levantarse
de la caída y sacudirse el polvo de la inopia.
Si hay algún buen observador
de la realidad en la sala, habrá podido comprobar que estos días se habla mucho
del sueldo de los pilotos de Iberia y de su baja productividad. Al parecer estos
señores cobran mucho y descansan demasiado y según analistas de rigor
demagógico, eso en un país con 5 millones de parados más un 60% de mileuristas
no se puede permitir. Recuerda demasiado a algo, ¿no? Y es que ya ni siquiera
se permiten cierta originalidad en la falta de argumentos.
De estos tertulianos que
todo lo saben y que tanta moralina venden hay cosas que no dejan de
sorprenderme. Una de ellas es esa obcecación en confundir las churras con las
merinas y llamar privilegiados a un grupo de profesionales altamente
cualificados con sueldo por encima de la media, como si ese hecho los exonerara
de levantarse cada día para ir a trabajar o de tener que pagar un porcentaje nada
desdeñable en impuestos. Todavía es hora
que alguien pueda aclararme cuánto es preciso ganar para que un trabajador
pueda defender sus derechos sin ser objeto de ataques populistas.
Recrearse en el despido de profesionales por acogerse a lo estipulado en materia de descansos me parece
cuando menos mezquino y cuando más el resultado de una conectividad neuronal
tirando a deficitaria. No voy a extenderme en ello porque creo que Cristina
Antón logra explicarlo con excelente pedagogía en su blog. Solo diré que, tras
consultar el Diario oficial de la Unión Europea y comprobar que las referencias
que me había dado un aguerrido defensor de humildes eran erróneas, la legislación
concerniente al descanso de los pilotos, como ocurre en muchos otros casos, es
interpretable y que los profesionales de Iberia se están acogiendo a lo que
hasta la fecha ha regido: los servicios de imaginarias se notifican con 12
horas de antelación.
No veo, ni por asomo, el
mismo predicamento sobrado de inquina contra ninguno directivo de esos que ven
sus emolumentos multiplicados y triplicados por hundir empresas que podrían ser
referentes mundiales ni, por supuesto, hay nadie a quién se le pase por la
cabeza investigar y sacar a la luz pública precedentes de lo que ahora está
ocurriendo con Iberia. Debe ser que lo de crear una filial que acabe absorbiendo
los activos de la matriz hasta abocarla al cierre es colmo de la buena gestión.
O quizá es que no les parece raro que las acciones del grupo IAG, resultante de
la fusión de la aerolínea española con British Airways, hayan perdido la mitad
de su valor mientras que las prebendas de administradores y consejeros se han
incrementado considerablemente.
Muchos argumentarán que esto es libre mercado y que la empresa puede hacer lo que considere conveniente y
así es, pero existe algo llamado convenio laboral a lo que hay que atenerse. Lo
cierto es que los pilotos de Iberia no se oponen a la creación de Iberia
Express pero se niegan a que el servicio sea externalizado y para ello se
acogen al anexo 10 firmado con la empresa, el cual estipula que la producción de la
T4 de Barajas se hará con pilotos de la matriz dejando un 3% para wet lease
(alquiler de aeronaves con tripulación).
No sé qué acabará ocurriendo
si el conflicto se enquista y la gente apela al derecho constitucional de volar
a Londres por 20 euros. Tampoco sé si para maquillar malas gestiones e incapacidades
varias se terminará militarizando a los pilotos y decretando un nuevo estado de
alarma, mientras nos cuelan una reforma laboral por la escuadra sobre la que
ahora todo el mundo vocifera pero que muy pocos vieron venir en el Real Decreto-ley 1/2010 de 5 de febrero.
Decía Vitorio de Sica que la
indignación moral tiene, en la mayoría de casos, un 2% de moral, un 48% de
indignación y un 50% de envidia. Y claro, así nos va.
Lo C. Gutiérrez
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