Pensar que la gestión
privada será la panacea que terminará con los achaques de los que adolece la
administración pública es tan de inocentes como creer que en las
multinacionales no se producen casos de corrupción, cohecho y tráfico de
influencias. No es tanto cuestión de estar en manos públicas o privadas sino de
que esas manos hagan de la transparencia su bandera y, bien mirado, si nos abstenemos de aplicar dobles raseros,
tanto la privatización de una empresa pública como la nacionalización de un
banco obedecen a la incapacidad que sus responsables han demostrado para llevar
a cabo su cometido.
Llevamos unos años en los
que la sociedad parece haber aceptado el discurso de la necesaria privatización
de servicios públicos con la excusa de sacarles mayor provecho y beneficio sin
que a nadie le dé por pensar que quizá la solución esté en pedir
responsabilidades al que se retrata como un gestor ineficaz en lugar de
permitir la venta de empresas que, bien administradas, pasarían a engrosar el
patrimonio empresarial del país. El poco análisis que aplicamos y la facilidad
con que consentimos que esos entes públicos pasen, mediante oscuros
tejemanejes, a las manos de los mismos de siempre no dejan de ser curiosos.
La ola privatizadora baña
orillas de numerosos y variados sectores como el de la educación, la sanidad,
la energía o las telecomunicaciones y el de la navegación aérea no iba a ser
menos, por supuesto.
Cuando el gobierno
socialista con el Ministro Blanco a la cabeza del Ministerio de Fomento abrió
la veda para la liberalización de la formación en el sector de la navegación
aérea, muchos quisieron ver en ese gesto el fin de un monopolio y la posibilidad
acceder a una profesión que consideraban endogámica. La campaña mediática orquestada
por el gobierno en pleno y secundada por los medios surtió su efecto, de modo que se acabó argumentando que si AENA no ofertaba plazas para controlador era porque
estos señores hacían y deshacían en la empresa a su antojo y no se contrataba a
nadie sin su consentimiento. De puro naïve que es el razonamiento causa risa
pero en fin, al parecer a nadie se le ocurrió pensar que si AENA no contrataba
a más controladores era porque el proceso de privatización ya estaba en marcha
y simplemente esas contrataciones pasarían a ser responsabilidad de los
operadores que se hicieran con las torres licitadas.
¿Cómo se encuentran las
cosas verdaderamente transcurrido año y medio? Para empezar tenemos a 3
promociones de SENASA en paro esperando a que algún operador los llame tras
haber desembolsado 45.000 euros por el curso. FerroNats, empresa que se ha
hecho con la licitación de 10 torres, solo contratará a 20 personas ofreciendo
un sueldo de unos 33.000 euros por año.
También están esos alumnos
que acudieron a la Universidad Camilo José Cela, previo pago de 33.000 euros, y
que se hallan en un limbo porque tanto la AESA (Agencia Española de Seguridad Aérea)
como su homóloga en el Reino Unido - CAA - se niegan a homologar el título por
no ajustarse a los requisitos aprobados por la Unión Europea.
A partir de marzo, la Universidad de Castilla la Mancha también impartirá cursos para formar a
controladores aéreos. Visto como están aconteciendo las cosas, no está de más
pecar de suspicaz y cauto antes de inscribirse y depositar las
ilusiones o hipotecar el futuro.
Por último, contamos con
SAERCO, ejemplo y virtud de transparencia donde las haya, que se ha hecho con
la gestión de las Torres en Canarias. Esta empresa no tiene intención de
contratar a nadie con título pues a estas alturas ya se ha percatado de que el
negocio está en la formación y no en la gestión de las torres, lo que conlleva
mucho gasto en seguros y personal además del incordio de tener que responder
ante la AESA o los aeropuertos. Todos los que decidan confiar su formación como
controladores a SAERCO, deberían tener en cuenta la poca claridad de sus
condiciones. A día de hoy se desconoce el tipo de contrato que piensa ofertar,
si tiene intención de obligar a permanencia o el procedimiento mediante el que el alumno
deberá desembolsar el importe del curso.
A los asombrados, decirles
que esto se veía venir. Los profesionales del sector lo avisaron por activa y
por pasiva, pero siempre fue mucho más fácil dejarse llevar por la sinrazón de
la masa enfurecida contra lo que se tachó de colectivo privilegiado que aplicar
el criterio y el sentido común.
A los que sienten que se les
ha estafado o incluso robado toda una vida, no se me ocurre qué decirles más
allá de darles ánimos y de asegurarles que de todo se sale si se está sano y se
tienen dos manos por muy negro que se vea el futuro, aunque lo cierto es que
decepciona bastante que el gobierno entrante esté haciendo poco y nada por
evitar estos fraudes, con lo que todo lleva visos de ser más de lo mismo.
Lo C. Gutiérrez
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