Está
claro que los órganos gestores de este país tienen una capacidad sin parangón
para diferir soluciones. Se les va la vida en ello. Lo malo es que le ponen
tanto empeño al desarrollo de sus disfunciones que, en ocasiones, lo que se va
es la vida de otros por delante. Esa es la conclusión a la que una llega tras
haber visto el documental “JK5022. Una cadena de errores”, fruto de la
impagable labor de investigación que está llevando a cabo la Asociación de Víctimas del vuelo JK5022 bajo la coordinación de la infatigable Pilar Vera Palmés.
Es
escuchar a Pilar Vera, abogada de formación, hablando de datos que escapan al
común de los mortales, simplemente porque no todos tenemos la obligación de
entender sobre peritajes o ingeniería aeronáutica, y pensar con impotencia e
indignación en lo que uno se ve abocado a hacer cuando las autoridades
competentes, en lugar de garantizar una investigación transparente, no hacen
sino poner palos a la rueda para que no saquemos el agua clara, no sea que las
salpicaduras pudieran provocar algunas condenas además de dimisiones.
El
documental empezó a gestarse cuando el 12 de diciembre de 2011 el juez decidió
cerrar la investigación de la causa dejando, en opinión de la asociación y
según los datos que podía aportar merced a la investigación que la misma llevó
a cabo en sede judicial, mucho por esclarecer.
La
perfecta alineación de los agujeros en las lonchas del queso de Reason era algo
perfectamente esperable vistos los múltiples errores, omisiones e
irresponsabilidades que jalonan la cadena de decisiones que desembocaron en
tragedia. Se trata de cuestiones que por norma general escapan al alcance del
usuario medio, quien no tiende a preguntarse si el certificado de
aeronavegabilidad del avión al que se va a subir está en regla, si los pilotos
que van a operar su vuelo están en perfectas condiciones psicofísicas o si, en
caso de accidente, los gestores del aeródromo están capacitados para coordinar
los servicios de emergencia con rapidez y eficacia.
El
avión de Spanair siniestrado el 20 de agosto de 2008 estaba a la espera de entrar
ese mismo mes en parada completa por acumulación de averías diferidas pero se
decidió prorrogar la licencia, que cumplía justo dos días después del
accidente, sin ningún tipo de inspección previa. Revelador es el documento que
se puede ver en el documental y en el que se aprecia que el certificado de
prórroga se halla incompleto pues no cuenta con el sello de Aviación Civil y el
inspector no aparece identificado. Para más inri, está soportado en una
circular, la 1119-B, que no existía en Fomento ni Aviación Civil en el año
2008.
Otra
prueba de la ineficacia que se viene mostrando en la corrección de errores
latentes en el sector aeronáutico de este país la constituye la parsimonia con
la que se toman la redacción del informe sobre un caso muy parecido ocurrido en
el aeropuerto de Lanzarote en 2007. En aquella ocasión también falló el sensor,
hubo problemas de calentamiento y los flaps no se desplegaron pero el avión
logró despegar quizá porque llevaba menos peso, el nivel del mar es distinto al
de Madrid y el viento de cola no estaba en los límites en los que debía operar
en JK5022. Si en lugar de publicar las conclusiones en diciembre de 2009
hubiera habido más celeridad en el proceso y se hubieran adoptado las medidas
correctoras pertinentes se podría haber contribuido a evitar la catástrofe
acaecida un año después.
¿Ha
habido algún tipo de gesto que indique que se está trabajando en la buena
dirección o que hay voluntad de esclarecer los hechos para que algo así no se
vuelva a producir? Teniendo en cuenta que a día de hoy la AESA y la CIAIAC
siguen sin ofrecer garantías de transparencia por ser dependientes del Ministerio de Fomento y que lo único que se ha hecho para mejorar el acceso de
los servicios de asistencia es construir un puente sobre el riachuelo cercano
al siniestro y dejar a los bomberos en manos de empresas privadas, parece que
la respuesta a la pregunta retórica es: NO.
El
archivo de la causa penal en setiembre de este año, además de provocar
decepción y desasosiego entre las víctimas, las deja sumidas en batallas
judiciales encarnizadas contra aseguradoras para las que las vidas humanas
valen menos que el coste de un avión nuevo. Sería deseable que la justicia
estableciera fuertes indemnizaciones para que en el futuro esas empresas cuestionen
firmemente las condiciones en que se encuentran las aeronaves que aseguran.
Visto
el panorama, no es de extrañar que, previo recurso al Tribunal Constitucional,
la asociación ya tenga puesta las miras en Estrasburgo a la búsqueda de una
justicia que en este país parece darles la espalda. El tesón de los resilientes
no les falta; ojalá que el esfuerzo no sea en vano. Por el bien de todos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario