Se va una semana en la que
una tragedia y una sentencia judicial se erigen como hechos sintomáticos de una
democracia ajada y de la poca o nula confianza que ciertas instituciones y
estamentos ofrecen en un país que viaja claramente a la deriva.
A poco que uno se detenga a
observar la realidad de esta España nuestra, podrá comprobar que lo ocurrido la
noche del 31 de octubre en el Madrid Arena no es algo que pueda
circunscribirse en la categoría de hecho fortuito y circunstancial, por lo que
no es nada improbable que un siniestro similar de consecuencias igualmente
dramáticas pueda volver a producirse.
Leyendo sobre el cúmulo de
irregularidades que desembocaron en desgracia - aforo sobrepasado, agujeros en
el despliegue y contratación de seguridad, licencia expirada que incumple la
ley actual, extrañas connivencias entre la empresa organizadora y miembros de
la administración – y la táctica usada
por las autoridades consistente en echar mantas mojadas sobre el asunto, mirar
hacia otro lado y rezar para que pongan un partido de fútbol que distraiga la
atención del personal más pronto que tarde, una no puede dejar de pensar que
esta canción le suena ya por vieja.
Paralelismos pueden
establecerse varios pero, como este blog tiene un ojo en el cielo, permitirán
que tenga en mente el archivo de la causa penal del accidente de Spanair sin
esclarecer puntos que coinciden con algunos de los 40 agujeros negros que la
OACI detectó en la seguridad aérea española o el estado en que se encuentra el
sector de la navegación aérea en este país por obra y gracia de gestores que,
en lugar de haber sido cesados, han sido ascendidos.
Es fácil visualizar lo que
puede ocurrir en un recinto que, albergando 20.000 almas, solo tiene una puerta
de salida, seguridad insuficiente y personal escasamente cualificado para
hacerse cargo de la situación.
Intenten hacerlo ahora con
un pedazo de cielo dividido en sectores. Imaginen que se decide cerrar alguno
de esos sectores produciendo en numerosas ocasiones sobrecarga de trabajo en
los profesionales. Imaginen que, bajo no se sabe bien qué criterio, los
gestores deciden programar turnos con menos controladores de los necesarios o
que un Real Decreto, que parece haber sido ideado para provocar enajenación
mental permanente, obliga a esos mismos profesionales a hacer hasta 14 relevos
en un solo servicio. Piensen ahora en
cómo se ha reducido el periodo de formación de las nuevas hornadas de
controladores y en las curiosas conchabanzas que se detectan en el proceso de externalización de
13 torres de control o en la sustitución de
personal cualificado por operadores de servicio de plataforma en las terminales
de Barajas. ¿Está alguien en condiciones de asegurar que esto pueda conducir a
algo bueno? El choque de dos aeronaves en el aeropuerto madrileño indica que
más bien estamos jugando con la alineación de los agujeros del queso de Reason
y por lo tanto, con fuego.
La guinda del pastel del
contubernio la ha puesto un juez vía archivo de la querella contra la cúpula de
AENA sin haber hecho una sola diligencia pero habiendo admitido a trámite la
misma hace tan solo unos meses. Al parecer no hay nada raro en las contradicciones
de las declaraciones de los gestores, en que haya familiares de políticos en el
meollo del asunto o en que un servicio informático, que al parecer eso es lo
que dice que ofrece INECO, cueste la friolera de 285.000 euros anuales.
La credibilidad requiere de
algo más que buenos gestos y hábil mano izquierda para capear temporales. Por
el momento la gestión de la Ministra Pastor se resume en un compendio de buenas
palabras, pero los hechos no le acompañan y no se perciben visos de buenas
obras en el horizonte.
La aviación no es negocio si los profesionales pretendemos cobrar como tales, así que se va externalizando producción, sobre todo la rentable, hasta que nos quedamos con pérdidas...momento idóneo para despedir a los experimentados y contratar gente con pocas exigencias tan harta de hacer entrevistas de trabajo que acabarán aceptando trabajar por el sustento como los esclavos- ah perdón tienes razón, entre los pilotos ya los hay que hasta pagan x hacer horas de vuelo-
ResponderEliminarEl negocio no es LA AVIACIÓN, el negocio son las galerías comerciales en que han convertido los aeropuertos en un arrebato de locura megalómana mientras suben las tasas, sube el combustible, suben los billetes y bajan los sueldos- saquen cuentas, más pronto que tarde la gente abandonará e corto radio en avión, los que vuelen lo harán en Ryanair, y las tiendas de lujo cerrarán... esto es lo que han hecho con la gallina de los huevos de oro. Y si no...el tiempo.