O quizá debiera decir estimados anónimos porque lo cierto es que tanta incógnita dificulta saber si esa encomiable recopilación de sentencias es labor de una o varias almas. Sí veo, por el contrario, que la anonimia predispone al discurso envalentonado y la arenga simplona habitual entre los que van de sobrados por la vida.
Han transcurrido algunos meses sin que los comentarios se vieran aderezados por lo que a todas luces alguno considera primicias de diligencias judiciales. Mal lo debe haber estado pasando sin encontrar esos recortes de prensa de los que se sirve para agarrarse cual clavo ardiendo a su, iba a decir línea argumentativa, pero a poco que se repasen sus aportaciones es fácil concluir que el razonamiento brilla por su ausencia; un mal demasiado común en reinos de ciegos con monarcas tuertos.
No obstante, por fin ha aparecido algo que debe haber alegrado la existencia a más de uno y que alguien de natural dadivoso ha tenido a bien de compartir. La verdad que el comentario transmite entusiasmo, juzguen ustedes sino:
[Para engañoso el cómputo de horas que hacen los controladores, perdón, excontrolador Marco:
“… la sentencia del Juzgado de los Social número 2 de Santiago […] detalla que, como horas máximas de actividad aeronáutica –las famosas 1670- el controlador incluía 6 horas realizadas como actividad formativa el 23 de abril, 18 horas de reconocimiento médico el 18 de setiembre e incluso 4 días de asuntos propios entre el 10 y el 13 de octubre”]
Lástima que tanta efervescencia no haga más que poner de relieve los síntomas indicativos de esa enfermedad, con visos de epidemia, consistente en el resarcimiento experimentado ante las vejaciones ajenas para solaz de existencias insatisfechas que ya aqueja a una parte sustancial de la sociedad española.
Lo cierto es que no sé si el panorama me produce risa, tristeza, hartazgo o indiferencia. A veces no puedo evitar sonreír ante la bendita inocencia ciudadana del que confunde información con reafirmación, pero lo que en la mayoría de ocasiones siento es una profunda decepción ante la facilidad con la que están arraigando conceptos como la ramplonería o la vulgaridad que tan bien correlacionan con las mentalidades perdedoras.
No creo ni por asomo que el comentario anteriormente citado sea normal. Que alguien se alegre por recortes laborales que se presuponen a todos los trabajadores no puede ser normal. Considerar que no hay derecho a tener días de asuntos propios, tampoco. Afirmar que un reconocimiento médico no debe formar parte de la jornada laboral, es de juzgado de guardia. Y congratularse de todo ello es simplemente una insensatez por no hablar del desconocimiento que muestra tener sobre el hecho de que lo que la Ley 9/2010 verdaderamente limitaba era la jornada laboral, no las horas aeronáuticas.
Además ignora nuestro avezado comentarista la existencia de un Laudo que regula todo lo que él demagógicamente expone y que, dicho sea de paso, para AENA es lo mismo que el papel mojado. También parece desconocer que el Juzgado de Instrucción número 3 de Santiago aplazó la declaración de controladores sine die por la aparición de pruebas que parecen poner en entredicho la versión del ente público.
Me disculparan que me repita -no tengo conciencia de hacerlo más que nuestros aguerridos practicantes de lo que ya una vez denominé el controller spotting- pero este trastorno de mediocridad inoperante activa que el psiquiatra José Luis González de Rivera acuñó con sus pertinentes grados está causando estragos. Y es que en su forma más simple -la que fomenta el amoldamiento- este desequilibrio puede pasar incluso inadvertido, pues en muchas culturas conformidad es sinónimo de felicidad. Pero lo realmente preocupante es cuando la vara de medir está en manos del proclive a la envidia, del que sufre ante el bien ajeno y muestra, además de una incapacidad manifiesta para valorar la excelencia, una sorprendente habilidad para entorpecer y aniquilar la misma.
Cuando observen a alguien que nunca logra reconocer los méritos ajenos y que se dedica sistemáticamente a omitir valoraciones positivas mientras que amplifica y esparce no solo rumores sino también datos equívocos con el único fin de desprestigiar a individuos o colectivos, probablemente se encuentren ante un mediocre inoperante activo. Y yo de ustedes, en lugar de dejarme arrastrar por el eco de la sirena, me pondría automáticamente en guardia.
Lo C. Gutiérrez
Bibliografía: González de Rivera, J.L: Creatividad y Estados de la Conciencia. Revista de Psicología General y Aplicada. 33-415-426
Muy bueno.
ResponderEliminarComentando mas sobre la sentencia que pone de patitas en la calle a Marco Antonio. La importancia de esta sentencia radica en que en este proceso se añadieron las superpruebas estrella de los controladores contra AENA: los correos electronicos que publicaba El Mundo. Pues bien, el juez no sólo estima el despido como correcto, sino que usa las pruebas de los controladores como papel de water. Literalmente expone que “la importancia de dichos documentos es menor.." Si a esto unimos las querellas masivas presentados por los controladores (un observador inocente diría que con la intención evidente de colapsar y dilatar el proceso) y la desesperación palpable en las palmeras de los ATCs, pues todo indica que estamos en el buen camino. Ladran Sancho, luego cabalgamos.
ResponderEliminarSigue habiendo gente que quiere no pensar en lo que significa para todos los españoles el conflicto de los controladores inventado por el gobierno: es la prueba palpable de que no vivimos en un estado de derecho digno de la Europa del siglo XXI, es el comienzo de la aniquilación de los convenios colectivos y de los derechos de los trabajadores. Quiero pensar que los comentarios que aplauden esta forma de gobernar son hechos por personajes que obtienen un beneficio de este asunto, y no por trabajadores como yo. Los primeros son mis enemigos, los segundos deben ser el ejército que derrote al opresor
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