Hubo un tiempo, no muy lejano, en que AENA era una empresa que daba beneficios. Los estuvo dando hasta 2005, mucho antes de que el sueldo de los controladores aéreos fuera reducido hasta casi la mitad; mucho antes de que sus derechos como trabajadores fuera pisoteados en base a una ley no escrita –les aseguro que en el BOE no aparece- según la cual, una persona pone su existencia a disposición de la empresa para la que trabaja cuando su salario es superior al de la media. Esto último es algo que llevo cerca de dos años intentando averiguar: ¿Hay algún alma caritativa e informada que pueda decirme cuánto se tiene que ganar para que sea lícito que tu vida deje de pertenecerte?
AENA dio beneficios hasta que, al cobijo de la bonanza económica, se empezó a dilapidar dinero en infraestructuras a todas luces innecesarias con el agravante añadido de tener que crear una oferta en forma de compañías de bajo coste sufragadas con dinero público para demandas aeroportuarias inexistentes y hasta que al calor de esa misma bonanza, el tráfico aéreo creció de modo directamente proporcional a lo que lo aumentaban los sueldos de sus directivos pero de modo inversamente proporcional al número de controladores operativos. En ocho años de gobierno socialista el ente público ha acumulado una deuda cercana a los 15.000 millones de euros y muy mal se nos tienen que dar las matemáticas para achacar ese despropósito al sueldo de unos profesionales que solo representan alrededor del 16% de trabajadores en plantilla.
Las elecciones nos han traído un cambio de gobierno y a la par van llegando los ceses y los nombramientos de nuevos gestores. Ana Pastor, como máxima responsable del Ministerio de Fomento, va a ser la encargada de lidiar con el despropósito que le han dejado en herencia y aunque difícil lo tiene la nueva Ministra para hacerlo peor que su predecesor en el cargo, lo cierto es que el reto es de órdago teniendo en cuenta que el sector de la navegación aérea en este país está, como popularmente se dice, manga por hombro.
El nombramiento de Rafael Catalá como Secretario de Estado de Planificación e Infraestructuras es esperanzador. Tiene experiencia previa en la Administración y fue director de Relaciones Laborales en AENA, con lo que se le presupone un conocimiento del terreno que pisa. Habrá que ver cómo evoluciona la nueva gestión pero cualquier mejora pasa por la destitución de Juan Ignacio Lema, cabeza de cartel de un grupúsculo cuya ineficacia demostrada no ha provocado sino caos.
Los nuevos responsables van a tener que trabajar en varios frentes y aclarar diversas cuestiones. Sin duda hay que poner remedio al problema de las demoras, porque no es de recibo que los aeropuertos de un país donde el turismo implica un 10% de PIB, acumulen minutos de demora que los sitúan al mismo nivel de Albania. Para ello no está de más que se recupere la confianza de los profesionales y se les permita participar en el diseño de metodologías que mejoren la eficacia. Eso está sucediendo ya en Canarias, donde se ha implantado un plan de excelencia que está dando resultados óptimos.
Será también interesante ver en qué situación queda el proceso de privatización de AENA y cómo va a afectar a la navegación aérea española. ¿Por qué permitir que operadores extranjeros de poca o nula experiencia en el sector se hagan con la licitación de torres teniendo profesionales esperando a ser llamados? Del mismo modo, deberán aclarar cómo se va a proceder en materia de formación y capacitación porque la liberalización del sector que llevó a cabo el gabinete socialista no ha aportado nada que no sea especulación y no menos importante es, desde luego, la necesidad imperiosa de que, en un ejercicio de transparencia, el nuevo Ministerio de Fomento dote a la AESA de la independencia e imparcialidad que no tiene.
Les seré franca, en estos días en que uno piensa en propósitos para el año entrante y en fantasías que convertir en realidad, yo sueño con gabinetes que gobiernen al margen de populismos e intereses propios y llamen a las cosas por su nombre. Que se pidan disculpas a unos trabajadores que llevan soportando dos años de demonización a sus espaldas es demasiado desear, lo sé. Pero no estaría de más que, en un acto de valentía, dejaran de esconder la cabeza bajo tierra o de mirar hacia otro lado cuando posicionarse a favor de un colectivo, sea el que sea, puede costar votos.
Si además de todo eso alguien se preguntara si se están investigando las causas, los factores y los responsables políticos y empresariales que han conducido a la ruinosa situación en la que se encuentra en estos momentos AENA, me daría por satisfecha. El súmmum sería que algún día obtuviéramos respuesta.
Lo C. Gutiérrez
pues eso reina, que sería el súmmum súmmum súmmum. De momento nos confírmanos con que nos dejen demostrar que Aena es una gran empresa con un gran valor para todos los españoles, y que no debe quedar para beneficio de unos pocos
ResponderEliminarHas tocado el sector donde trabajo, lo que deberían de hacer es dejar de meter a gente como funcionarios de aena,que realmente NO HACEN NADA lo hacen las contratas,es vergonzoso 12 horas sin hacer nada....es un refugio de vagos,que lo único que hacen es rellenar papeles de informes de trabajos que han hecho otros
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