Hay ciertas compañías aéreas
que, por qué no decirlo, despiertan mi antipatía. De entre todas ellas Ryanair
se lleva la palma con esa política de empresa mediante la cual el pasaje queda
reducido a ganado y sus tripulantes de cabina a anunciantes del estilo
teletienda. Si todas las desventajas fueran esas, mi aversión quedaría reducida
a una mera cuestión de incomodidad pero lo realmente preocupante del asunto es
la interpretación laxa que tienen de los protocolos de seguridad. Esta semana,
de nuevo, un avión de la compañía irlandesa pidió preferencia para aterrizar en Lanzarote por ir corto de combustible.
Habrá usuarios que ya tengan
la mosca detrás de la oreja con tanto cúmulo de incidentes acontecidos en las
últimas semanas. Otros simplemente pensarán que al señor O’Leary le están
creciendo los enanos, pero es realmente extraño que sus procederes no hayan
salido a la luz hasta ahora cuando la verdad es que llevan años jugando al
límite. Consecuencias de construir aeropuertos que solo responden a la cultura
del pelotazo para luego justificarlos con una rentabilidad aparente vía
subvenciones sin las que las compañías de bajo coste no operarían simplemente
porque no les saldrían las cuentas.
Cierto es que Ryanair está
en el punto de mira estos días por su mala praxis pero no es menos cierto que
hay otras muchas compañías de las denominadas low cost que operan con
procedimientos parecidos y eso debería, cuando menos, levantar nuestras
suspicacias.
Este verano sin ir más
lejos, servidora ha volado con una de ellas. Intentar cuadrar calendario, horario
y destinos no es tarea fácil y para colmo este tipo de compañías están copando
rutas con lo que la tarea de hallar alternativas se convierte en algo así como una
quimera.
Regresé de Nevşehir con
Pegasus Airlines, una compañía turca participada en sus inicios –allá por 1990-
por la irlandesa Aer Lingus que acabó vendiendo todas sus acciones dejándola en
propiedad de Esas Holding. El negocio ha ido creciendo hasta acaparar una cuota
de mercado cercana 5 millones de pasajeros al año en Turquía y tiñéndose de ese
aparente dinamismo, originalidad y eficacia que ofrecen las low cost.
Pegasus ha encargado a una
empresa de comunicación un simpático vídeo donde unos niños, en sustitución de
los habituales TCP, escenifican las explicaciones del procedimiento a seguir en
caso de accidente. Obviamente se trata de que el pasajero preste la atención
que ya no le despiertan los profesionales haciendo su labor en el pasillo del
avión justo antes del despegue.
La medida es vistosa pero de
eficacia perecedera a poco que vueles con ellos dos veces pues no es necesario
ser un experto en psicología para entender que la atención que prestas es directamente
proporcional al número de veces que te subes en un avión. Aunque lo que
realmente me fascina del tema es el rol a la que estas compañías vienen
relegando a estos profesionales. ¿En qué se está convirtiendo un TCP? ¿Son
conscientes los usuarios de que su labor principal no es servir refrigerios
cual avezados mozos sino ayudar a evacuar una aeronave? En un trayecto de
cuatro horas los vi salir tres veces, siempre para atender demandas consumistas, nunca para cerciorarse de que el pasaje estaba bien.
En pos del igualitarismo paternalista
estamos cayendo en unas simplificaciones absurdas: ni un piloto en un taxista,
ni un controlador un guardia urbano, ni un tripulante de cabina de pasajeros un
camarero. Y puestos a que me anuncien las maravillas de una aerolínea, me encantaría
que además de decirme que tengo la posibilidad de hace el check-in vía móvil,
me informasen sobre si respetan los turnos y descansos de sus profesionales, si
están formados y capacitados o de si su política de empresa contempla que empleados cualificados hagan las revisiones pertinentes así como que se cargue el combustible
necesario para hacer frente a situaciones de emergencias, por ejemplo. Pero ya se sabe que
vivimos en tiempos donde solo parecen importar el aparador, las candilejas y el
continente. Del contenido solo nos acordamos cuando vienen mal dadas.
MUY BUENO!! as usual, dear.
ResponderEliminar